Si hubiese un ranking de chicas felices,
mi nombre estaría por ahí, escrito en neones luminosos.

30/9/08

· Sara & Lucas...


Han pasado tantas cosas en tan poco tiempo que no sé ni por donde empezar.
Supongo que por el principio. Los primeros recuerdos que tengo d
e Lucas son los de mis cumpleaños. Por aquél entonces yo era una niña tímida, y él…un policía repeinado, con cara de niño bueno, que me cogía en brazos cada vez que me veía. Era una especie de primo mayor. Y supongo que con 7 años, yo ya estaba todo lo enamorada que se puede estar de alguien de tu propia familia.
Siete años más tarde el primo mayor se casó con la tía Silvia, y se convirtió en el “tito Lucas”. Y yo, pasé de ser una niña tímida, a niña rebelde. Con 14 años me fugué por primera vez de mi casa, mientras el matrimonio de Lucas empezaba a resquebrajarse. Pero lo más importante de aquellos años, es que poco a poco dejé de ver a Lucas como mi tío. Y eso…ocurrió en su cama.

Y así fue como Lucas empezó a llevar a su sobrina al cole. Pero la verdad es que yo ya no era su sobrina…A partir de ese momento, empecé a jugar con él. Fue un acoso y derribo! Le provocaba continuamente, le ponía en aprietos, y me encantaba verle descolocado… a pesar del riesgo que corría.

A pesar de todo, Lucas mantenía la guardia. Parecía no enterarse de nada, o más bien…no quería enterarse. Así que decidí pasar a la acción y contárselo todo.

Muy pronto encontré la manera de interesarle. Me enteré de que Lucas estaba investigando un caso de carreras ilegales. Entonces conocí al cabecilla de la banda, me fui con él una noche a las carreras, me subí en un coche kamikaze y llamé a Lucas. Sabía que poniéndome en peligro, él vendría a buscarme.

Y eso fue lo que hice. Esperar. Esperar…hasta que un día, cuando Lucas pasaba por un mal bache…Sentí que por primera vez, Lucas se dejaba llevar, que empezaba a ser sincero conmigo y que dejaba de estar a cien mil años luz de mí.


Entonces supe que por muy fuerte que fuera Lucas, podría claudicar y que, tarde o temprano, estaríamos juntos. Pero aquella felicidad duró muy poco. Muy pronto mi padre, mi madre y todos los demás empezaron a hacer un ruido ensordecedor alrededor nuestro. Todo empezaba a parecer imposible.

A pesar de todo decidí hacerme las fotos, obsesionada en demostrarle que ya no era una niña. Que la Sara con acné y posters en las paredes había crecido, y que sabía lo que quería. Se las envié para que las viera, con tan mala pata que acabaron en manos de la última persona que quería que las viese: mi padre. Lucas se alejó de mí, y sin quererlo, le mandé direc
to a los brazos de mi tía Silvia.

Esto me abrió los ojos, y me di cuenta de que ni siquiera Lucas es capaz de pelear 24 horas al día contra lo que siente, contra lo que quiere. Yo intentaba no perder la esperanza. Había conseguido lo más difícil, que Lucas dejase de verme como a una niña. Pero cada día aparecían obstáculos nuevos…Y Lucas no iba a arriesgarse a dar el primer paso. Así que…si él no lo hacía, lo haría yo. Lucas iba a reaccionar aunque fuese a la fuerza.

Entonces Lucas hizo lo que mejor sabe hacer. Apretar los dientes y tirar para adelante.

Luchó con todas sus fuerzas por intentar olvidarse de todo lo que sentía por mí. Y le sentí más lejos que nunca. Pero investigando un caso policial con mi padre acabaron en un furgón frigorífico. Y allí, a 0º, a punto de morir le confesó a mi padre lo inconfesable. Pero lo del furgón frigorífico acabo mal, muy mal. A Lucas le pegaron un tiro por salvarle la vida a mi padre, y estuvo a punto de morir. Pero Lucas es como el corcho, siempre flota. Y al final se recuperó. Lo que no se recuperó fue el buen rollo en la familia. Así que Lucas decidió fingir una amnesia y olvidar todo lo que habíamos vivido juntos. Pensó que era el mejor camino para no hacer daño a nadie. Así que yo también intente olvidarme de él y empecé a salir con otros chicos. Y ahí fue cuando Lucas reaccionó de nuevo. Éramos como dos imanes que están condenados a atraerse, a estar juntos.

Lucas me quería, y sólo era cuestión de tiempo. Y si tenía que esperar a Lucas hasta que fuese una viejita y tuviese los dientes metidos en un vaso de agua, pues le esperaría. Le esperaría siempre. Y entonces empezó nuestra historia de amor. Un amor clandestino, con regalos, y códigos secretos que solo podíamos entender nosotros. Un amor que te traspasa la carne y te sacude por dentro. Un amor…que es el amor de tu vida. Me imagino que todo el mundo sueña con tener una historia de amor así una vez en su vida. Pero Lucas y yo no vivíamos en una burbuja, aislados. Y nuestra felicidad también tenía fecha de caducidad.

Cuando cumplí 17 años, Lucas me hizo el mejor regalo: nuestra primera noche juntos. Todo era perfecto: él, yo…una habitación de hotel y toda la noche por delante. Si hubiese un ranking de chicas felices, el nombre de Sara Miranda estaría por ahí, escrito en neones luminosos. Pero todo se torció esa mañana…Y es que hay mañanas que no deberías levantarte de la cama. Cuando empecé con Lucas ya sabía que a su lado todo era distinto, más intenso. Más salvaje. Pocas chicas pueden contar que en su primera cita acabaron siendo testigos de un asesinato, y en mitad de un caso de corrupción policial. Lo que ni Lucas ni yo podíamos sospechar era que una noche de amor acurrucados bajo las sábanas podía acabar con Lucas enfrentándose a la ley, a sus compañeros. Y, sobretodo, a mi padre.

Y tuve que tomar la decisión más difícil de mi vida. Y le hice mucho daño. Nunca olvidaré la mirada de mi padre. La mirada de un padre que se da cuenta de que su hija le ha desplazado, sustituido. ¿Pero qué podía hacer? Al otro lado me esperaba Lucas. Al otro lado me esperaba… mi propia vida.

¡Por fin Lucas y yo nos lanzamos a vivir como locos nuestra historia de amor! Cada beso era como el primer beso, cada caricia, como la primera caricia. Si me preguntasen “¿Has sido alguna vez feliz?” solo tendría que cerrar los ojos y acordarme de aquellas mañanas para contestar. Juntos habíamos conseguido dejar atrás ese ruido que no nos dejaba escucharnos. Ahora solo estábamos él y yo, abrazados en la cama, con el único sonido de nuestras respiraciones. Renunciamos a todo: a vivir en San Antonio, a nuestra familia, nuestros amigos… estábamos juntos en nuestro mundo de cristal… hasta que fui a casa. Vi la cara de mis padres y me di cuenta de que los mundos de cristal terminan por romperse en mil pedazos. Me sentí la peor persona del mundo. Tuve que renunciar a Lucas para que mis padres no sufrieran, para que nadie sufriera. Pero ¿qué pasaba conmigo? Podía engañar a todo el mundo, interpretar el papel de la niña arrepentida y formal, pero estaba más pillada de Lucas que nunca, como una drogadicta a la que solo aliviaba saber si Lucas seguía ahí o no. Lucas era capa de querer más que nadie, pero también de sufrir más que nadie. Para resguardarse del dolor, se rodeó de un caparazón. Nadie podía entrar en esa fortaleza, donde los días que habíamos pasado juntos, no existían, ni nuestros besos, ni las risas. Donde Lucas se alejaba día a día de mi. Nuestra historia se acabó como una película sin final. A la misma velocidad que Lucas se alejaba de mi, se acercaba a mi padre. Yo sufría sus momentos de exaltación de amistad. Empezó a crecerme una rabia por dentro que me cegó. Era una marea negra que me cubría. Lo que nunca había sentido con Lucas, celos, los tenía hacia mi padre de una manera enfermiza. Y los celos me llevaron a la desesperación… Mi padre y Lucas se dieron cuenta de que yo estaba fatal, que había tocado fondo. Entonces Lucas reaccionó: vino a hablar conmigo y me dejó traspasar el escudo tras el que se escondía. Ese torrente de adrenalina contagió a mi madre y a las chicas. La Sara de siempre había vuelto. Estaba vacunada contra la tristeza, solo tenía ganas de vivir, de saltar… y así, de la forma más absurda, conocí a alguien con la sonrisa más maravillosa del mundo... Aitor era una bocanada de aire fresco, muy fresco. Estando con él me sentía como en el medio de dos ventanas abiertas. En cambio, para Lucas, verme con Aitor era como andar por encima de una hoguera, poco a poco le iba quemando. Eramos como una balanza, si uno estaba arriba el otro bajaba, no había manera de equilibrarla. Aitor había desembarcado en mi vida y si quería seguir con él y dejar la historia de Lucas atrás tenía que apostar. Aitor tenia todo lo que se puede pedir a un chico multiplicado por cien. Era divertido, transparente, tierno. Lucas se dio cuenta y se apartó. No me puedo imaginar lo que sufrió. Pero Lucas es así. Si duele, aprieta los diente y sonríe. Había imaginado la fiesta de mi dieciocho cumpleaños de muchas maneras, pero no de la peor; y es que todo se torció ese día; y es que en vez de tarta y velas tuve un secuestro; y en vez de celebrarlo en familia, lo celebré con una banda armada apuntándome a la cabeza. Eso sí, en mi dieciocho cumpleaños recibí el mejor regalo de todos. Ese día me dí cuenta de que cada vez que flaqueara, cada vez que cayera al suelo siempre estaría allí Lucas para recogerme. Viajar al centro de mis sueños con Lucas era lo mejor que me podía ocurrir. Me lié la manta la cabeza. Llené la maleta de bikinis. Cogí crema solar y un cepillo de dientes. Y ya estaba lista para cambiar de vida y escaparme con Lucas. Mientras viajaba sola al otro lado del mundo me sentí sola, abandonada, estafada. Tenía la sensación de que había colocado a Lucas por encima de todo. Estaba en todos y cada uno de los capítulos de mi vida, estaba en todos, desde la portada hasta la última página. Sin embargo, yo no era más que un segundo o tercer capítulo para él. Le odié por eso, le odié tanto que mi corazón se separó a miles de kilómetros del suyo. No podía entender lo que había hecho, yo hubiera antepuesto mi propia vida antes de dejarle ir solo. Resultaba graciosa que cuando nadie daba un duro por lo nuestro, cuando ya ni siquiera podía mirar a Lucas sin echarle algo en cara, mi padre empezara a apostar por nosotros. El mundo al revés. Lucas estaba infiltrado en un caso en la cárcel. No paraba de llamarme pero yo no quería escucharle. Yo estaba encerrada en otra cárcel más cruel, la del odio y el rencor. Pero Lucas y yo somos como salmones, siempre a contracorriente, remontando el río, y cuando mi madre, mi padre, Mariano y todos empujaban a Lucas a solucionar lo nuestro, nosotros nos revolvíamos. Ya tenía dieciocho años, mi familia nos apoyaba. Entonces ¿porqué no volvíamos a encontrar los pies por debajo de las sábanas, porqué no podíamos ser otra vez Lucas y Sara …..te ha cegado pero al final la niebla se fue y acabamos mojándonos los pies en la orilla. Y es que habíamos estado demasiado contenidos, viéndonos a diario, durmiendo pared con pared, casi oyéndonos respirar. Demasiado tiempo separados, parados en la cuneta. Pero ahora habíamos entrado en una autopista de cinco carriles sin límite de velocidad y con la quinta metida. Juntos hasta el final.



Y mañana llega al fin esta historia de amor que tanto me ha enganchado.
La historia de amor más bonita del mundo.
Y es que como nos han dicho ya más de una vez,
lo bonito de los amores, es poder recordarlos.

http://es.youtube.com/watch?v=T_bqgVBMW1k
((Me gusta así - Michelle Jenner))

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